Esta sección contiene entradas sobre nuestras actividades botánicas en Baja California escritas para el UC BEE (oct 2012 a ago 2021)
y The UC Bee Hive (2022-), boletines mensuales para voluntarios y personal del Jardín Botánico de UC Berkeley.
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BEE ENE 2019
Sierra Zacatecas y Sierra Guadalupe (Mulegé, BCS)
Poco después de llegar a Mulegé en los fines de octubre, fui con mi amigo Javier en su carro tubular a las sierras al oeste del pueblo. Mientras el desierto alrededor del pueblo y Bahía Concepción estaba bien seco, las sierras circundantes parecía muy verdes en la distancia. Buscaba los musgos y helechos, con esperanza de encontrarlos porque me había dicho Javier que hubo mucha agua por todas partes.
A diferencia de nuestro viaje anterior en noviembre del 2017 al Arroyo las Chuparrosas este recorrido nos llevó fuera del valle y al interior de las sierras al oeste por el camino principal que, después de otros 70 km, llega a la costa pacifica en La Ballena (vea el mapa arriba a la izq.). Casi cruzamos una mitad de la península en este paseo.
Al dirigirnos desde el arrroyo principal, orientada norte-sur, y hacia el oeste empezamos gradualmente a subir y la vegetación que pasábamos en la bajada se ponía cada vez más verde y frondosa. Poco después del Rancho la Trinidad (a 150 m), seguimos subiendo y al rebasar los 200 m de altura salimos de la ecorregión de la Costa Central del Golfo (café rojizo en el mapa, der.) y entramos a la ecorregión de la Sierra la Giganta (violeta en el mapa, der.) .
Nuestros rastros desde el centro de Mulegé (arriba, der.) a través del valle hasta el Panteón de San Miguel (al fondo, izq.). Recorrido de ida: 47 km. (Foto: © 2018 INEGI, Google Earth y DigitalGlobe).
Al llegar a la primera cresta las sierras abrieron ante nosotros revelando el arroyo San Patricio y los cerros y mesas que formaban las paredes del arroyo. Todo estaba tan verde que no pude decir más que "guau...". Javier me señaló la mesa Zacatecas que formaba el pendiente meridional del arroyo.
El camino pasa a lo largo del lado septentrional del arroyo San Patricio y al final baja al fondo y pasa por y a través del lecho por muchos kilómetros. El arroyo había cambiado mucho desde mi primer visita en los principios de 2014.
Odile y las inundaciones posteriores menos fuertes han continuado a hacer daño al camino y la barranca. Algunos vados ya son mucho más grandes donde falta por completo la vegetación o están llenos de piedras grandes.
Un poco al este del rancho el Ingerto y la primera cuesta larga y escarpada.
El Vado de la Virgencita visto del camino.
El punto más alto que alcanzamos en el camino estaba cerca de los Bules a unos 570 metros (justo al este del Rancho el Aguajito). (Foto: © 2018 INEGI, Google Earth y DigitalGlobe).
No hubo muchas flores en el suelo entre los arbustos y árboles, pero los Palo Adán (Fouquieria diguetii), Gobernadora (Larrea tridentata) y Flor de Campo (Ruellia californica subsp. californica) de vez en cuando tenían flores. La mancha rosada oscura en la foto de arriba es San Miguelito (Antigonon leptopus, Polygonaceae), una enredadera.
Ya no hubo los gaviones, puestos en lugar hace más de 10 años para detener la velocidad de los crecientes, habiendo sido destruidos por el huracán Jimena en 2009.
Las sierras volcánicas están erosionadas en mesas y cerritos, y muchos de ellos parecen pasteles de muchas capas cortadas en piezas. Mirando hacia el norte.
Alrededor de 300 m cuesta arriba, un ríachuelo cruce el camino en el Vado de la Virgencita.
¡¡Musgos!!
La oruga de Tricolor Buck Moth (Hemileuca tricolor) en uno de sus variaciones larvales. Mide aprox. de 5 a 6 cm de largo. Las plantas anfitriones son principalmente Dipúa aunque la mía estaba viviendo en un mezquite (Prosopsis articulata). Foto: © CC-BY-NC Sue Carnahan.
Tricolor Buck Moth, Hemileuca tricolor. Foto: Photo: © CC-BY-NC Thomas R. Van Devender. Este macho adulto tiene una envergadura de 5.2 a 7.8 cm.
Quizá conozca la frase "La experiencia es algo que no tiene hasta justo después del momento de necesitarla". Hoy en este lugar hermoso tuve un encuentro bastante desagradable y muy doloroso con una oruga de la cual no sabía que existía, pero ya nunca olvidaré.
La Tricolor Buck Moth (Hemiluca tricolor, una polilla) es una de varias especies conocidas en México como el “gusano quemador.” Descubrí por las malas que uno nunca jamás deba tocar una de estas hermosas pero espinosas criaturas. En aquella momento cuando se cayó sobre mi espalda y se atrapó en la cintura de mis pantalones (estaba pasando, doblada, por debajo de un mezquite) no sabía lo que fuera que me quemaba tanto, primero la espalda y entonces la mano tan pronto como traté ciegamente de alcanzarlo.
Pasé el resto del día (era la primera hora de un recorrido que íba a durar unas 5 o 6 horas) con una botella de agua congelada en la mano, los dedos hinchados y quemando. Todo esto mientras trataba de recolectar ejemplares de los musgos y helechos, balancear en las piedras mojadas de los humedales sin bastón, tomar fotos, participar en una conversación política muy interesante en español durante una comida muy rica estilo ranchero, y no caerme del carro en las curvas. Fue una experiencia que no olvidaré pero nunca quiero repetir.
En aquella momento, la única evidencia de mi asaltante eran unos 10 o 12 mechones de espinas que Javier quitó de la espalda. No vimos nada más y por eso no sabíamos lo que me había picado, animal o vegetal. No fue hasta más tarde, cuando hablábamos con la dueña del Rancho el Aguajito, que confirmamos la identidad del culpable. Había visto varias polillas, solo hace poco en el otoño del año pasado, pero todavía no las había identificado y no había visto la oruga. Cuando llegué a casa tuve que buscar más información sobre la especies en Bugguide y Butterflies and Moths of North America. Al ver unas fotos de las orugas, los mechones de espinas me hicieron sentido. Aún encontré un informe corto en la revista medica New England Journal of Medicine sobre el caso de una persona picado por la oruga.
A unos cientos de metros más arriba en el camino, hubo un pendiente vertical con un chorrito constante de agua. El agua cruzaba el camino y al otro lado se reunía para formar un riachuelo delgado que alimentaba el Vado de la Virgencita cuesta abajo.
Llegamos a la cima de la primera cuesta principal y seguimos hacia la próxima.
La bajada de otra cuesta, ésta bordeada por el arbusto endémica Brongniartia peninsularis (Fabaceae). Aunque conozco bien esta especie, me tomó tiempo para identificarla mientras pasábamos a todo velocidad.
Brongniartia peninsularis. Al pasar, los arbustos frondosos tenían lo que parecían linternas pequeñas anaranjadas colgadas de las ramas. Paramos para investigar y me di cuenta que ésta fue la primera vez que había visto las flores (de 2 cm de largo) desde que empecé a estudiar la botánica en 2001.
Otro vado del mismo arroyo que seguíamos.
El panteón de San Miguel. Está ubicado al lado de las ruinas de una iglesia muy vieja en el fondo del valle.
Tanta agua. A las vacas y caballos les gustaban mucho...
Éste afloramiento rocoso que miraba hacia el norte parecía ofrecer un buen hábitat para los musgos y helechos, porque hubo sombra completo y porque la piedra era diferente de las piedras volcánicas adyacentes.
Y como lo esperaba, ahí estaban los helechos...
Nos dirigimos a casa, cansadas pero todavía impresionados por lo verde que estaba el paisaje...
La tierra y piedras del pendiente vertical estaban cubiertas de musgos, algunos brotes de un mímulo común (Erythranthe floribunda) y una especie de junco que parecía la planta conocida como Malamadre, Lazo de Amor o Araña (Chlorophytum comosum), con nuevos brotes colgantes de sus tallos.
Seguimos por el arroyo grande. Todo estaba muy frondoso.
Entramos la vegetación densa de la bajada. Lomboi (Jatropha cinerea) era el arbusto dominante en este hábitat.
Brongniartia peninsularis. La vaina es delgada, dura, brillante y mide entre 5 y 8 cm de largo. Para mí las hojas y corteza tienen un olor distinto y un poco desagradable que hace fácil su identificación entre todos los otros arbustos y árboles leguminosos. La corteza es de color pardo rojizo.
Un humedal en el lecho del arroyo con una ramada cerca. Los juncos (Cyperus and Eleocharis spp.) además de Bacopa monnieri y varias otras compuestas hidrófilas (Chloracantha spinosa, Ambrosia monogyra, A. ambrosioides) prosperaban aquí.
Las paredes de la iglesia y montones de piedras que marcan las tumbas más viejas. Casi todos las tumbas, menos los más recientes, faltaban nombres y fechas.
...y los rancheros se alegraban que hubo mucho forraje
La piedra tenía grietas y estaba quebrada en capas delgadas. Un nopal crecía directamente de la piedra como si fuera los cuernos de venado enraizados en la grieta. Encima de todo estaba un Zalate (Ficus petiolaris).
...y los musgos (los pedazos de color pardo rojizo y verde olivo al fondo iquierdo).
...…y la escala del paisaje escarpado.
Estoy satifecha con los resultados del recorrido. Si los briólogos (los científicos que estudian los musgos y hepáticas) otorgaran las medallas al mérito a sus neófitos como hacen los Boy Scouts, seguramente ganaría en este excursión la que equivale a la insignia Águila, habiendo continuado mi búsqueda con una sola mano a pesar del dolor mientras al mismo tiempo puliendo mis destrezas de predección briológica (es cierto que el afloramiento rocoso pareció un buen lugar para los musgos) y recolectando 7 ejemplares de musgos. Además recolecté Pringle Lip Fern (una especie de helecho nuevo para mí) que es conocido en la península solo de esta región (Rebman, et. Al 2016). Y más importante aprendí algo sobre una oruga desagradable que probablemente voy a ver de nuevo y por eso debo mantener siempre mi camisa metida por dentro cuando estoy en el campo.
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Es todo por el momento. El mes que entra voy a escribir sobre nuestro visita a Misión Santa Gertrudis en Baja California (norte) para las Fiestas Patronales y otra búsqueda de musgos. Hasta la próxima!
Debra Valov—Volunteria Curatorial